La miraba
La miraba. Mientras, se me ajaba el verbo, era una parálisis de estímulos convulsionando en un coma de deseo, esdrújula era la gráfica que se acentuaba sobre su desnudo. Cómo puede un hombre describir el cuerpo de una mujer, que desnudo busca una continua vigilia en la anacrónica rutina de una noche entre fallas del corazón, donde la tenue luz se atraganta de belleza y puñaladas de seducción. No lo sé. El ardor se me hizo reliquia donde mi cerebro se desvanecía en un cauce de ausencia, la ofrenda se engendraba en mi sexo donde la rigidez era un bonito sacrilegio con hambre de enceguecerse en su interior. Juro que todavía no sabía cómo describirla, turgentes despuntaban sus pechos, buscando ápices de literatura para nombrarlos en esta ardiente locura que giraba en el ambiente, tocarla se iba haciendo tan prioritario como necesario, quería consagrar mis instintos básicos en la apotema de su virtud. Desequilibrado enteramente y cerrando mis ojos marque el camino de mis manos entre las fe