La miraba




 La miraba.


Mientras, se me ajaba

el verbo,

era una parálisis de estímulos

convulsionando

en un coma de deseo,

esdrújula era la gráfica

que se acentuaba sobre su desnudo.




Cómo puede un hombre describir el cuerpo de una mujer, que desnudo busca una continua vigilia en la anacrónica rutina de una noche entre fallas del corazón, donde la tenue luz se atraganta de belleza y puñaladas de seducción.


No lo sé.


El ardor se me hizo reliquia

donde mi cerebro se desvanecía

en un cauce de ausencia,

la ofrenda

se engendraba en mi sexo

donde la rigidez

era un bonito sacrilegio

con hambre de enceguecerse en su interior.




Juro que todavía no sabía cómo describirla, turgentes despuntaban sus pechos, buscando ápices de literatura para nombrarlos en esta ardiente locura que giraba en el ambiente, tocarla

se iba haciendo tan prioritario como necesario, quería consagrar mis instintos básicos en la apotema de su virtud.


Desequilibrado enteramente

y cerrando mis ojos

marque el camino de mis manos

entre las febriles huellas

que dejaban un rastro de caricias

perpetuándose entre cada uno

de los poros de su piel,

sus labios eran casi olvido

para mis besos,

envueltos en una incertidumbre de urgencias

que no encontraban puerto

donde vararse,

mientras crucificaban

postulaciones en el manjar

de su desnudez.




La cautela se hacía mártir en mis ojos cuando sus contornos recitaban poemas con apostrofes de silueta que danzaban tan decididos hacia mí, la respiración se fermentaba entrecortándose en delirios 

ocultos preparados para desvanecerse como el resurgir de una crisálida en el imperio de su vientre


Entre la dureza de sus nalgas

devore la ternura de su carne

los silencios se consumían

al ritmo de las embestidas

que me embriagaban de placer

las prisas consumían porcentajes

caminando hacia el futuro

nuestros gemidos

se desgranaban más agudos.




Recuerdo en un instante de lucidez después de un ahogado resuello clavar mis ojos en el espejo, fiel testigo de nuestro concilio y en el reflejo de nuestra fragilidad, las sombras se disfrazaban en la penumbra que sembraba la cosecha del placer en mi memoria.


Nos amamos

con el lenguaje salvaje

que desterraba la vergüenza,

caminamos inexorables

en un blandir de cuerpos

sin cálculo de distancia

ni medida de tiempo

sabiendo que había que morir

para volver a vivir.
El Autor: Agapxis

Sobre el Autor:
Insaciable pensador, Amante de la lectura, la poesía, enamorado de la vida...
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Comentarios

  1. La 'petite mort'. Exquisita narrativa de un viaje a Francia y morir en un vuelo VIP.

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  2. Un poema completo de sensibilidad, sensualidad, y adoración por la anatomía de la mujer . En fin un precioso poema para disfrutar leyéndolo. Un besote grande y muy feliz semana.

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  3. Casi no tengo palabras para decirte, Poeta con mayúsculas. Un momento inmenso, pleno de sensaciones, de ternura y de pasión, es mezcolanza de sentires que arden por debajo de la piel y exudan sobre ella.
    Es magnífico, de corazón.
    Un beso enorme y feliz semana.

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  4. Qué maravilla entre imágenes y versos que grafican esa pasión... describir la desnudez del cuerpo... me ha encantado, amigo Poeta.

    Mil besitos con cariño y admiración.

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  5. Madre mía qué maravilla, me gustan todos.
    Pero estos versos me han parecido magníficos :
    "convulsionando

    en un coma de deseo"

    Un verdadero placer leerte, siempre.

    Un fuerte abrazo, poeta.

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  6. Guardo silencio al leer tan sensual y bello poema. Que preciosidad de sentires. Saludos amigo Poeta.

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  7. Sin palabras....simplemente extraordinario
    Un abrazo

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  8. Exquisito poema, que maravilla leerte... casi lo he hecho bailando.
    Besos.

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  9. Una maravillosa narración sobre algo tan maravilloso como el sexo. besos

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