Amor olvidado.
El índigo que destilaba, alimentaba mi eje infinito, masturbaba un sueño aleteando en el mar de mi alma, lacayo fui del purpura que nunca supe si ungía en sus labios, invocado fui naufrago en su jardín de magnolias negras, envenenadas de un misterio ardiente que me hacía consumirme a las puertas de su gloria. Con los ojos cerrados la veía descifrarme de la esclavitud, de unas palabras a la deriva, en un mar de desvelos que marchitaban mi sincronía. Hartaba mi vanidad, con violines de celo, voraces, que encandilaban mis sentidos, mientras se germinaba un reino imaginario en el que refugiarme de la estricta realidad. Y ahora, vago celoso de las notas de silencio que llueven constantes de un violín callado, en la discordia de un concierto al que nunca debí ser invitado. La música sigue sonando y solo temo ser... amor olvidado.