Hojas de luna.

No sé lo que piensas de mí, Pero te juro que forme un espejismo con la templanza del silencio. Sobrevivir es una droga de la que no puedo escapar me aferro a mi anhelo de que no me disipe en tu olvido, impertérrita he advertido tu duda como una madreselva trepar hasta alcanzar mi ombligo. Engéndrame en tu alma donde debates tus miedos y tentas a tus deseos, demuéstrate la valentía de resucitar sin misericordia y hállame traillando tu voluntad. Sabes perfectamente que la tinta penetra en cada poro del corazón, que la dulzura es mi única arma y que por escudo rompo la templanza esa que hace silencio entre este verbo hermético que solo intenta fluir, fluir desnudo, desnudo en tu adagio interior.  Imagen: ©Marta Dahlig – Umbrella Sky

  Si pudiera amputarme el tempo que deje pasar contrayendo el viento en una jaula de azar, desnudaría las frecuencias que no supe advertir y ante sus consecuencias me rendiría a mí sentir.   Destejo la incierta inercia que se llevó el pasado, un declive de apariencia que deje olvidado cuando amaneciste en el matiz de mi versado y solo fuiste un color desdeñado.   Propongo mi flagelo en la torpeza del viento que aun sabiéndolo omiso dejo el sentimiento y en las cenizas de esta imperfección que me hace hombre consumido errante y confundido en yacente tentación, propongo verticales dictados con sintaxis de amor que al sujeto muestre predicados vestidos de esplendor.   Si pudiera amputar el tiempo y contraer todo mi amor, lo esparciera en el viento que ambiciona tu color. Imagen:    Lora-Vysotskaya

  Nunca debí comprenderme tanto... me miraba desde fuera y atento a cada palabra, me seguía escuchando, solté el yo que por mi iba navegando y en su travesía, descubrió el imperio de los arcanos que tanto asusta a los humanos, se marchó a pulir el tiempo y a su vuelta desmayado lo acogí tangible entre mis manos. Yo, sustantivo en el plenilunio de una compasión que crecía en el páramo de mis días, el, susurrando en el alcanzable cielo de su linaje, donde las analogías vagamente dejaban limosna en el cautivo desprecio del corazón. Rezuma la agónica nostalgia que ansía el camino de la tinta envenenado destino que mira los balcones enloquecidos como un pájaro de plata, no me mires con esos ojos ángel de la sin esperanza, tu pereza no existe aun subsistiendo en la niebla, la niebla, que te ciega de alabanzas, que nacen en el ocaso y en el alba se afianza, como linfa de sangre que en mi vena furtiva se calienta y arde, pregúntame donde se condensa la travesía del verso que por mí no interced

  Como podía yo decirte que ya no tengo puertas, que solo tengo las nubes infinitas humedeciendo mis manos entrelazadas y despiertas, se llenan de amor y sueños los bosquejos inclinados sobre cristales rotos que dudan alcanzar sus reflejos. Ya no hay blindadas maderas que corten el paso a tus horas verdaderas, vienen a mi pecho cruces sinceras que sobre mi cara buscan el olvido en los márgenes de lo que quiero vivir y no he vivido.  A veces creo que me perteneces, en ese vuelo insomne donde incesante mi impoluta y mártir marginación traza perspectiva hacia ti, abre las puertas tras la inocente espera y dejo paso a tu resistencia verdadera esperando asirme al baile sumiso de tus crines ligeras, luego, la bitácora clava su lanza liviana en la madrugada consagrada de lágrimas que esperan, abrir las puertas que entre toda esa sal se dispersan. Imagen: Catrin W. Stein